Belén Gache

[ volver a portada ]  


 Un asesino de dos cabezas: el estigma del margen en “Simbiosis”, de Rodolfo Walsh

 

II Jornadas de Reflexión sobre Monstruos y Monstruosidades
Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, noviembre de 2002.

 

LA LEY DE LO INFORME

  “Este medio sin fisonomía propia absorbe y comunica su sustancia agreste al individuo. Lo que cae en la marsupia extendida de la llanura se nutre de los jugos anodinos de lo Informe.”

Ezequiel Martínez Estrada. (1)

 Laurenzi, comisario retirado, relata en este cuento un caso que le tocó resolver, estando aun de servicio, destinado a un pueblo situado a 80 km de la capital de Santiago del Estero. En este pueblo, todo se define por la negativa y la carencia: sin habitantes, sin agua, sin vegetación. El pueblo de “Simbiosis” es un verdadero pueblo fantasma en donde prevalece la falta de fisonomía, la no vida y lo informe.

Un día, sin embargo, un acontecimiento rompe la monotonía del lugar y, al igual que un incendio en el campo, "saca de su guarida a toda clase de bestias feroces".

"Simbiosis" trata sobre márgenes geográficos y sociales, sobre los márgenes entre la razón y de lo sobrenatural, entre lo humano e inhumano, entre sentido y sinsentido, sobre los márgenes de la ley. El comisario Laurenzi, "hombre de la ciudad, de la civilización", representante de la Ley y el orden, viaja hacia este pueblo perdido, hacia este margen, para imponer la visión "occidental" de las cosas.

 CUERPOS EN PEDAZOS

 "Los monstruos han definido siempre los límites de la comunidad en las imaginaciones occidentales."
                                                                                            Donna Haraway (2) 

En el cuento se mencionan tres modelos narrativos: el de Lucio V. Mansilla, el de Esteban Echeverría y el de Mary Shelley. Los dos primeros evocan “un desierto inconmensurable y abierto”. El tercero remite al cuerpo en pedazos. Los cuerpos en pedazos, en “Simbiosis”, son incompletos y se recortan frente al no lugar del paisaje. Cuando no se recortan, se funden con él, se mimetizan.

En los alrededores del pueblo existen una serie de obrajes con pobladores de sangre india que rara vez aparecen por el pueblo, a excepción de los domingos. Extrañado Laurenzi al ver que terminaba un domingo sin la animación habitual en la zona, se dirige hacia las afueras. Allí ve por primera vez al iluminado y a su público:

“Por todos los caminos y picadas  iba llegando gente a ver al iluminado. Gente enferma: tullidos, lisiados, ciegos, hombres y mujeres cubiertos de llagas y pústulas. Gente pobre, harapienta, con una caterva de perros de igual condición.”

En La arqueología del saber, Michel Foucault se pregunta acerca de las formas de conceptualización y de los códigos a partir de los cuales determinados aspectos reciben el estatuto de enfermedad, anomalía, o delincuencia y señala la manera en que cada sociedad produce sus propios márgenes y sus propias "monstruosidades".

En los márgenes de la civilización, tenemos las marcas que marginan, separan, excluyen a estos cuerpos del otro racial, del otro cultural, del otro que se presenta como amorfo y peligroso. La marginalidad se lee en el cuerpo de esta multitud "harapienta" e incompleta, marcada por la carencia de la enfermedad, la pobreza y el hambre. Esta multitud tendrá una presencia inquietante y amenazadora.

LA APARICIÓN DEL SANTO

“La inacabable monotonía de la montaña árida prometía, como el desierto de los ascetas, la aparición de santos o de ciudades maravillosas(...) Todavía el dragón es el animal de la llanura donde pastó el milodonte. El recién venido no encontraba en ninguna parte indicios que le ayudaran a concebir el mundo como un sistema racional y continuo.”
                                                                                             
Charles Darwin (3)

Esa misma noche, sin embargo, el manosanta es asesinado: "En esas doce horas pasaron cosas raras. La muerte de ese pobre diablo y el nacimiento del monstruo", dice Laurenzi.

Todo asesinato rompe un orden social que la autoridad se encarga de restaurar mediante la resolución del eventual misterio y de la captura del criminal. Pero el orden, en este caso, antes de haber sido roto por el asesinato, ha sido roto, en primer lugar, por la presencia misma del iluminado.

El iluminado convocaba a las personas con su voz hipnótica, tenía con ellas una relación telepática, les prometía milagros, imaginarias riquezas, fecundidades imposibles, “les prometía un ancho y difuso milagro que lamería todas esas cabezas vencidas, esos miembros llagados.”

El comisario, percibe de inmediato el fuerte poder que el santón despliega sobre las personas. Su reacción natural es intervenir, so pretexto de que "se van a apestar todos con el amontonamiento".

El miedo a que “se apesten” era, para él, una metáfora de su miedo a que se descontrolen. Percibe que allí se estaba cruzando un límite que puede muy bien devenir rebelión, caos. Tiene miedo al descontrol y a la locura, a los fenómenos de histeria que potencialmente laten en esa masa de gente.

Laurenzi se da cuenta de que el iluminado ha prendido en toda esa "caterva de marginales" una llama de esperanza que puede muy bien convertirse en un incendio “como los incendios del campo, donde las llamas sacan de sus guaridas toda clase de bestias feroces."

SANAR-ENFERMAR

Nos encontramos frente a la siguiente paradoja: mientras que el iluminado reúne a la gente mediante promesas de sanación, el comisario Laurenzi tiene miedo de que, así amontonados, se apesten todos.

“No me alborote a esta gente. Se van a apestar todos con tanto amontonamiento”, dice Laurenzi y, más adelante, “En cualquier momento estallaba una peste que se llevaría a la tumba a la mitad de aquellos infelices.”

Vemos cómo, desde cada una de las instancias, el tópico “salud” es utilizado para arrogarse un saber-poder.

“Esos pobres diablos eran mi gente. Ahora me resultaban desconocidos.”, dice el comisario. En el deíctico “mi gente”, Laurenzi plantea abiertamente que se encuentra frente a una lucha de posesiones. Se trataba de una lucha de autoridades -Laurenzi respondiendo a la Ley, el iluminado respondiendo a desconocidas “fuerzas superiores”- donde lo que se pone en juego es el poder sobre las personas.

“Ese individuo era un simple farsante y era mi deber ponerlo en un calabozo” dice, buscando descalificar y echar por tierra toda posible pretensión de saber-poder del santón.

LO MONSTRUOSO

“Tarde o temprano, un hombre que se mueve por el mundo husmeando cosas turbias asiste al nacimiento de un monstruo.” dirá el comisario.

En“Simbiosis” se alude explícitamente al cuerpo monstruoso. Una testigo dice que ella “ha visto al diablo, y que este se ha llevado al santo porque no podía sufrir que hiciera milagros." El mismo era "muy alto y encorvado, y tenía dos cabezas.”

Pero también se alude aquí al monstruo en diferentes otras formas: lo monstruoso que existe en la idea misma de crimen -criminal como monstruo moral, crimen que aparece como monstruoso hasta que no se explica su causa (4), etc.-, en la anomalía presente en la noción de milagro -hecho que altera las leyes de la naturaleza-, en los estigmas -marcas corporales hechas por una fuerza superior desconocida-, en lo amenazador de una masa desatada.

LOS CUERPOS EN SIMBIOSIS

“Simbiosis” trata sobre el cuerpo y los estigmas del margen: el cuerpo de los creyentes, el de la víctima, el del propio asesino.

Los creyentes

“¿No le hablé todavía del hedor que reinaba en ese campamento inconcebible? ¿Ni de las moscas y tábanos que flotaban en nubes espesas?” -pregunta Laurenzi.

Este conjunto de hombres "cubiertos de llagas y pústulas" se enmarcan en el modelo que Michel Foucault dará para la lepra. Contrariamente al modelo de la peste que suscita esquemas disciplinarios, permanentes registros, inspecciones y encierros, se trata de aquellos que permanecen más allá de los límites del pueblo, los "outsiders". Aquí funcionan sistemas de exclusión, rechazo, exilio. Nos hallamos en presencia de individuos cuyas identidades son difusas, al margen de todo sistema.

Estos cuerpos son considerados como una forma de "living deads", los harapos redundando en su carencia e incompletud. El comisario llega incluso a compararlos con “una caterva de perros”, rompiendo así el margen mismo del género humano. (5)

Laurenzi repara igualmente en sus voces: "La muchedumbre “estaban arrodillada y rezaba...Esas voces, si las hubiera escuchado, como un rugido en el desierto que llegaba en ráfagas potentes, histéricas, con algo indefiniblemente doloroso.”

Como señala Nicolás Rosa en su libro La lengua del ausente, el lamento de los pobres se mezcla con la elocución del rezo en su monotonía y también la procesión que emula la procesión de los enfermos en la Edad Media y su espacio endogámico: el lazareto. (6) Nuevamente, el modelo de la lepra.

La víctima

La primera vez que Laurenzi ve al iluminada lo imaginó mimetizado con el paisaje:

“Y ese hombre, el manosanta, pegado al tronco de un árbol en el centro del círculo, tan inmóvil que las ramas del árbol parecían brotar de su cuerpo y las hojas, de su cara encendida por un crepúsculo violento.”

El santón pertenece a ese entorno, sigue la misma lógica de los márgenes.

Desde la altura de su caballo, el comisario lo observa y, mentalmente, se mide con él: “Mirado así, de cerca, era un viejecito absurdo con una barbita rala y amarilla de nicotina y los ojos saltones. Era un hombrecito insignificante salvo cuando hablaba.”

Laurenzi también repara en la voz del viejo: “Era su voz, una melopea áspera y al mismo tiempo irresistible, lo que hipnotizaba a la multitud.” A través de su voz, el viejo domina, persuade, manipula. Sus palabras generan una especie de encantamiento sobre la audiencia.

“El les prometía el milagro, un ancho y difuso milagro que lamería todas esas cabezas vencidas, esos miembros llagados.” cuenta Laurenzi. (7)

Michelet, en La Sorciére, se preguntaba: “¿De dónde sale la bruja? Afirmo sin vacilar: de los momentos de desesperación". Para él, la hechicería brota de los momentos de depresión, tanto económica como personal. Se da en épocas de guerra, de hambre, de crisis económica y social, de pérdida de seguridad u orientación. La brujería es hija de la miseria. Igual que el fanatismo y el engaño. La piedad popular y la superstición dan la ilusión de libertad a los oprimidos. De allí el carácter de rebelión social larvado que esta adquiere. (8)

Pero además, el manosanta es asesinado y, al serlo, se convierte en víctima propiciatoria. Su muerte  adquiere connotaciones de sacrificio cristológico que redundan en su supuesta santidad.

El asesino

Contrapuesto al cuerpo de la víctima, la solución del asesinato pasa aquí por el cuerpo del asesino.

Ya las primeras referencias a este cuerpo -la indicialidad de su rastro- se presentan extrañas. “Eran unas pisadas que seguían la orilla del cañadón y se paraban ante el rancho”. Sin embargo, un cabo medio baqueano le dijo a Laurenzi que “nunca había visto huellas como aquellas”, haciéndole notar que eran demasiado profundas, demasiado hundidas en la tierra. El cabo “estaba convencido de que no eran las huellas de un hombre.”

Luego, aparece un cuerpo: "un tullido que tenía dos piernas paralíticas, una lamentable cara de idiota, no hacía más que sonreír y estaba cubierto de manchas de sangre porque, según decía, se había cortado con un cuchillo mientras dormía. Imposible que este cuerpo incompleto hubiera llegado caminando hasta la choza de Varela o hubiera dejado esas huellas".

El siguiente testimonio de una de las testigos coincide y acentúa la extrañeza del primer rastro. Una vieja dice que, por la madrugada, "vio rondar al diablo por el campamento. Tenía el cuerpo muy alto y encorvado y tenía dos cabezas".

Luego aparece otro cuerpo más: un ciego "con mucha plata encima, anillos y relicarios de oro."

Ni el tullido ni el ciego podían haber llegado por sus propios medios a la choza de Varela, especula Laurenzi. Por exceso o por defecto, las pistas hasta allí encontradas, no parecen encajar en el sistema de legibilidades del comisario.

MULTIPLES ASESINATOS

El misterio del crimen es resuelto en principio por Laurenzi como quien ordena las piezas de un rompecabezas y arma con ellas una sola figura: “El ciego utilizó las piernas y el tullido los ojos y las manos.” El misterio se resuelve. El ciego ha llevado en andas al ciego y este último ha ultimado al manosanta.

Sin embargo, el crimen no fue uno sino varios.

Laurenzi dice: “Desde el punto de vista policial, que era el de la realidad escueta, que era el mío, el muerto se llamaba Varela, linyera y vagabundo con muchas y frecuentes entradas en la policía de San Luis, Córdoba y Tucumán por el ejercicio del curanderismo.”

La testigo, por su parte, tiene su propia solución al misterio: el diablo que se ha llevado al santo.

Cada asesino, además, posee su propio crimen, aunque la víctima fuera la misma. Los dos criminales, responden a dos lógicas diametralmente opuestas.

“Las dos cabezas elaboraron ideas muy distintas respecto del Iluminado: la del ciego era la cabeza del incrédulo. Llegó a la conclusión de que Varela, siendo un farsante, hacía dinero con sus sermones y falsos milagros. Por lo tanto, valía la pena matarlo para quitarle el dinero. Pero la otra cabeza del monstruo bicéfalo era la del creyente absolutamente elemental: porque el paralítico, el simple idiota de la dulce sonrisa, tomó las palabras del Iluminado - “en mi sangre está la curación de todos los males”- al pie de la letra.”

Aunque se trata de una sola víctima, cada uno comete un crimen distinto. Se trata de dos muertos distintos en un sólo cuerpo: un cuerpo sagrado, un cuerpo profano.

El cuento de Walsh marca un claro contraste de discursos: El criminal, ¿es un ser monstruoso o dos cuerpos inválidos? La víctima, ¿es un santo o un simple linyera?

Según la óptica desde donde se mire, Varela se convierte en un santo asesinado por el diablo, en un cuerpo sagrado profanado, en el cuerpo muerto de un linyera asaltado por unos inválidos. Para la autoridad, sin duda, Varela muerto se convierte, sencillamente, en un problema menos.

EL MARGEN ESCRITO EN EL CUERPO

El paralítico y el ciego son seres incompletos. Desposeídos, deciden adueñarse del poder significante del cual carecen, simbolizados en este caso por el oro y la sangre: la sangre, símbolo de vida e inmortalidad, que con su sólo contacto cura (el cuerpo del tullido estaba cubierto con manchas de sangre); el oro, símbolo de poder y riquezas (el cuerpo del ciego estaba cubierto de joyas). Sangre y oro cubren el cuerpo, visten, reemplazan los harapos, cobijan la intemperie, suplen la incompletud y carencia.

Este conjunto de seres, más que como hombres y mujeres, se nos presentan como pedazos de carne inconexos. Por defecto o por exceso, nunca terminan de armar un cuerpo único. Los cuerpos desmembrados remiten a un cuerpo social igualmente desmembrado cuyos individuos no pueden constituirse como totalidad. Estos cuerpos en pedazos pueden ser muy bien leídos como una metáfora de la propia argentinidad al referir a una larga historia de violencias, deposiciones y carencias.

 

NOTAS

(1)Ezequiel Martinez Estrada, Radigrafía de la pampa, op.cit, p131

(2) Donna Haraway, "Manifiesto Cyborg: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX", Eutopías, 2a época, Departamento de Teoría de los Lenguajes, Universidad de Valencia, 1985.

(3) citado por Ezequiel Martinez Estrada,op.cit., p.10

(4) Roland Barthes, en su “Estructura del suceso”, dice que a diferencia de una noticia, perteneciente al horizonte de lo previsible, lo nombrado y conocido, el suceso pertenece al terreno de lo monstruoso: no remite a nada fuera de sí mismo ni hay nada implícito en él. El suceso es aquello innombrado e incalificable. Para Barthes el asesinato es un paradigma de suceso. En un asesinato existe un tiempo fascinante e insoportable que separa el hecho de la causa -tiempo que el relato policial aprovecha en su trama y que se objetiva en la figura del detective, cuyo trabajo consiste en “descifrar el enigma”, en rellenar al revés ese tiempo que va del hecho a la causa para que cese el terrible porqué, lleno de frustración y desasosiego.

(5) La relación entre los cuerpos imperfectos -que han quebrado el orden natural- y lo sagrado está claramente marcada en esta apreciación. No podemos dejar de recordar aquí los consejos de la madre de Silvio Astier el El juguete rabioso: “Guárdate de los señalados de Dios.”

(6) Nicolás Rosa, La lengua del ausente, op.cit., p127

(7) Imposible dejar de recordar aquí las lúcidas palabras del Astrólogo de Arlt cuando le decía a Erdosain.“Créame, nosotros estamos viviendo en una época terrible. Aquel que encuentre la mentira que necesita el corazón de la multitud será el Rey del Mundo.

(8) citado en Henry Kamen,El Siglo de Hierro, Madrid, Ed.Alianza, 1982

 

BIBLIOGRAFÍA

Lafforgue, Jorge (ed.), Cuentos policiales argentinos, Buenos Aires, Alfaguara, 1997.

Braceras, Elena; Leytour, Cristina; Pittella, Susana,  El cuento policial argentino, Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.

Barthes, Rolland, “La estructura del suceso”, Ensayos críticos, Barcelona, Seix Barral, 1977.

Foucault, Michel, Vigilar y castigar, México, sXXI, 1989.

Martínez Estrada, Ezequiel, Radiografía de la pampa, Buenos Aires, Babel, 1933.

Rosa, Nicolás, La lengua del ausente, Buenos Aires, Biblos, 1997.